“ME VOY A AUSTRALIA”, dijo Lia Thomas entre lágrimas al anunciar que se iba de Estados Unidos porque sentía que no la respetaban como “REINA” tras un fuerte boicot por su declaración: “Soy 100% mujer y exijo participar en los Juegos Olímpicos de 2028”. Inmediatamente, Michael Phelps respondió a la declaración de Lia con solo cinco palabras, mencionando el nombre de una nadadora australiana “a la que Lia no puede vencer”, causando un revuelo mediático mundial con su impactante reacción.
El mundo del deporte se vio sacudido esta semana por una declaración que ha encendido debates globales sobre identidad, equidad y los límites de la inclusión en las competiciones atléticas. Lia Thomas, la nadadora transgénero que ha sido epicentro de controversias en Estados Unidos desde su transición en 2019, rompió en llanto frente a las cámaras durante una rueda de prensa improvisada en Filadelfia. Con la voz entrecortada y los ojos enrojecidos, la atleta de 27 años –quien ya no compite en la universidad pero mantiene su estatus como figura pública en el deporte– anunció su decisión de abandonar su país natal. “Me voy a Australia”, declaró, mientras se secaba las lágrimas con el dorso de la mano. “Aquí no me respetan como la reina que soy. Siento que cada paso que doy es un campo minado de odio y boicots. Soy 100% mujer y exijo mi lugar en los Juegos Olímpicos de 2028. No más excusas, no más barreras”.

La declaración de Thomas no surgió de la nada. Hace apenas unos días, en una entrevista con un medio deportivo progresista, la nadadora había reiterado su demanda de competir en la categoría femenina de los próximos Olímpicos de Los Ángeles, argumentando que su terapia hormonal de más de cinco años la ha alineado completamente con las regulaciones de la Federación Internacional de Natación (World Aquatics). “He sacrificado todo por esto: mi privacidad, mi salud mental, mis amistades. ¿Por qué no puedo soñar con una medalla dorada como cualquier otra mujer?”, cuestionó en esa ocasión. Sin embargo, sus palabras desataron una tormenta inmediata. Grupos conservadores, excompañeras de equipo y hasta federaciones estatales en EE.UU. lanzaron un boicot masivo contra sus apariciones públicas. Redes sociales se inundaron de hashtags como #FairPlayForWomen y #NoThomas2028, mientras patrocinadores como Nike y Speedo reconsideraban sus posibles alianzas con ella. “Esto no es discriminación, es justicia para las atletas cisgénero que han entrenado toda su vida sin ventajas biológicas”, tuiteó una de sus antiguas rivales de la Universidad de Pensilvania, quien prefirió el anonimato.

El éxodo anunciado por Thomas hacia Australia no es solo un capricho emocional. El país oceánico ha emergido en los últimos años como un refugio para atletas transgénero gracias a políticas más inclusivas impulsadas por el Comité Olímpico Australiano. Desde 2023, Australia ha implementado guías que permiten la participación basada en la identidad de género declarada, siempre que se cumplan umbrales hormonales estrictos. Thomas, quien ya ha contactado con entrenadores en Sídney, ve en este movimiento una oportunidad para reconstruir su carrera lejos del escrutinio estadounidense. “Allá, el agua es más limpia, metafóricamente hablando”, bromeó entre sollozos, refiriéndose a la icónica piscina de Bondi donde planea entrenar. Fuentes cercanas a la nadadora revelan que ya ha solicitado una visa de deportista y que su equipo legal está explorando opciones para federarse con Swimming Australia. Si todo sale según lo planeado, podría debutar en el Campeonato Nacional aussie en diciembre de 2025, un paso clave hacia la clasificación olímpica.
Pero el verdadero detonante del caos mediático global llegó apenas minutos después de la conferencia de Thomas. Michael Phelps, el legendario nadador estadounidense con 28 medallas olímpicas –23 de ellas de oro–, quien había guardado un silencio relativo sobre el tema desde su controvertida entrevista en CNN de 2022, irrumpió en la conversación con una respuesta lacónica en su cuenta de Instagram. Ante la pregunta de un seguidor sobre la partida de Thomas, el “Tiburón de Baltimore” escribió solo cinco palabras: “Ariarne Titmus la destruiría siempre”. La mención directa a Ariarne Titmus, la estrella australiana de 25 años que domina las pruebas de media distancia con récords mundiales en los 400 metros libres, fue un golpe maestro de provocación. Titmus, apodada la “Terminator” por su ferocidad en el agua, ha sido un símbolo de la natación femenina australiana desde sus oros en Tokio 2020 y París 2024. Phelps, con su historial de comentarios ambiguos sobre la equidad en el deporte –recordemos su frase de “es muy complicado” al comparar la transición con el dopaje–, pareció aludir a que incluso en Australia, Thomas enfrentaría una derrota humillante ante rivales como Titmus.
La reacción fue inmediata y ensordecedora. En cuestión de horas, el post de Phelps acumuló más de 5 millones de interacciones, con un 60% de comentarios negativos acusándolo de transfobia y oportunismo. “Michael, tú que has luchado por la salud mental, ¿ahora reduces a una mujer a un chiste?”, escribió una influencer LGBTQ+ con 2 millones de seguidores. Por el contrario, sectores conservadores lo aplaudieron como un “defensor de la verdad”. Titmus, sorprendida, respondió con diplomacia en una entrevista posterior: “No conozco personalmente a Lia, pero respeto a cualquier atleta que se esfuerce. Si competimos, que sea en el agua, no en las redes”. En Australia, la noticia impulsó un debate nacional: ¿debería el país abrir sus puertas a Thomas, arriesgando tensiones con EE.UU., o priorizar la protección de sus nadadoras locales? El primer ministro Anthony Albanese, conocido por su apoyo a la diversidad, emitió un comunicado vago: “El deporte une, no divide. Bienvenida sea Lia si cumple las reglas”.
Mientras tanto, en Estados Unidos, el boicot contra Thomas se intensifica. La Asociación de Natación Universitaria (NCAA) enfrenta demandas colectivas de exatletas femeninas alegando “ventajas injustas”, y el Congreso republicano ha propuesto enmiendas a la ley de equidad deportiva para excluir a transgénero en categorías basadas en el sexo biológico. Thomas, desde su apartamento en Filadelfia, ha recibido amenazas de muerte, lo que aceleró su decisión de partir. “No soy una villana, soy una pionera”, insistió en un video de despedida subido a TikTok, que ya supera los 10 millones de vistas. Su historia resuena con ecos de otras figuras trans como Caitlyn Jenner, pero con un giro moderno: la batalla se libra en tiempo real, pixel a pixel.
El impacto de esta saga trasciende la natación. Organismos como el COI revisan urgentemente sus protocolos para 2028, considerando paneles independientes de expertos en endocrinología. Expertos como la doctora Deborah Heustis, de la Universidad de Harvard, argumentan que “la ciencia muestra que después de dos años de terapia, las ventajas puberales disminuyen significativamente, pero no desaparecen por completo”. Críticos, como la bioeticista Katrina Karkazis, contraargumentan que ignorar la biología es “un error ético”. En Australia, Titmus y su entrenadora Dean Boxall –el mismo que celebró su oro en Tokio con un baile viral– se preparan para lo que podría ser el duelo del siglo.
Phelps, por su parte, no ha agregado más combustible al fuego. Su agente emitió una nota aclaratoria: “Michael apoya la inclusión, pero cree en la competencia leal”. Sin embargo, el daño está hecho. Esta confrontación ha polarizado aún más un deporte que Phelps ayudó a globalizar. Mientras Thomas empaqueta sus maletas rumbo al hemisferio sur, el mundo observa: ¿será Australia un nuevo comienzo o el preludio de otra derrota? Solo el tiempo, y quizás una piscina olímpica en 2028, lo dirá. Lo cierto es que, en este revuelo mediático, nadie sale ileso: ni la “reina” destronada, ni el rey que la desafió con cinco palabras afiladas como un brazada.