En el corazón de Las Vegas, bajo las luces cegadoras del Allegiant Stadium, se desató una tormenta en el ring que nadie olvidará. El 13 de septiembre de 2025, Terence “Bud” Crawford, el invicto estadounidense de 37 años, protagonizó uno de los momentos más impactantes de la historia del boxeo al derrotar por decisión unánime al mexicano Saúl “Canelo” Álvarez, el rey indiscutido del peso supermediano. Las tarjetas de los jueces reflejaron la superioridad técnica de Crawford: 116-112, 115-113 y 115-113. Con esta victoria, el nebrasqueño no solo le arrebató los cuatro títulos mundiales —de la AMB, CMB, OMB y FIB— a Canelo, sino que se convirtió en el primer boxeador en la era moderna de los cuatro cinturones en lograr el estatus de campeón indiscutido en tres divisiones diferentes: superligero, welter y ahora supermediano. Su récord se eleva a un impecable 42-0, con 31 nocauts, mientras que Canelo, de 35 años, suma su tercera derrota en 68 combates (63-3-2, 39 KO).

La pelea, transmitida en vivo por Netflix y promocionada por Riyadh Season, generó una expectativa global sin precedentes. Miles de aficionados, en su mayoría mexicanos ondeando banderas tricolores, llenaron el estadio para apoyar a su ídolo, quien entraba con seis defensas exitosas en el supermediano desde 2021. Canelo, con un cheque garantizado de al menos 100 millones de dólares, buscaba consolidar su legado como uno de los grandes de todos los tiempos. Sin embargo, Crawford, subiendo dos divisiones desde su última victoria en agosto de 2024 ante Israil Madrimov, demostró por qué es considerado el libra por libra número uno. Desde el primer round, “Bud” impuso su jab preciso y su movilidad felina, conectando 115 golpes totales contra los 99 de Álvarez, y dominando en jabs por 45 a 16. Canelo, con su potencia legendaria —83 golpes de poder contra 70—, intentó contraatacar con derechas demoledoras y trabajo al cuerpo, pero encontró a un rival impenetrable, que evitó intercambios suicidas y controló el ritmo con inteligencia quirúrgica.

El clímax llegó en el duodécimo asalto, cuando una izquierda demoledora de Crawford impactó de lleno en la mandíbula de Canelo, dejándolo visiblemente desconcertado. Ese golpe, viralizado en redes sociales, se convirtió en el símbolo de la noche: el mexicano miró a su esquina con una expresión de genuina sorpresa, como si el puño de “Bud” hubiera abierto una grieta en su armadura de hierro. Fue un momento que resucitó fantasmas en la carrera de Álvarez, recordando sus reveses ante Floyd Mayweather en 2013 y Dmitry Bivol en 2022. A pesar de la derrota, Canelo mostró destellos de su grandeza, especialmente en los rounds intermedios, donde avanzó con ferocidad y conectó combinaciones que hicieron tambalear al estadounidense. Pero Crawford, con su experiencia en 20 peleas titulares invictas, ajustó su estrategia en la segunda mitad, plantando bandera en el centro del ring y dictando lecciones de boxeo puro.

Lo que elevó esta velada a la categoría de legendaria no fue solo el resultado, sino el gesto posterior de Crawford. En la conferencia de prensa, el nuevo monarca apareció ante el equipo de Canelo y, en un acto de respeto profundo, le devolvió los cuatro cinturones al mexicano. “Pronto llegarán los míos oficiales, pero estos son tuyos por todo lo que has logrado”, dijo “Bud”, honrando una tradición no escrita del boxeo que permite al excampeón sostener sus fajas una última vez. Este gesto de deportividad conmovió a la prensa y a los fans, simbolizando que, más allá de la rivalidad, el deporte une a los guerreros.

Pero el impacto más resonante llegó horas después, en una entrevista exclusiva con ESPN. Cuando le preguntaron por el poderío de Canelo, el hombre que acababa de destronarlo, Crawford pausó, miró directamente a la cámara y resumió en solo cuatro palabras el terror que infunde Álvarez en el ring: “Pega como un camión”. La frase, simple y brutal, encapsuló la esencia del mexicano: un pegador nato cuya fuerza ha noqueado a leyendas como Gennady Golovkin y Caleb Plant. “Sentí cada uno de sus golpes en los primeros rounds, pero su poder es lo que lo hace eterno”, añadió Crawford, reconociendo que, pese a la victoria, Canelo sigue siendo una fuerza imparable. Estas palabras no solo humanizaron al vencedor, sino que elevaron a Álvarez, recordándonos que una derrota no borra un legado forjado en sangre y sudor.

Esta megapelea reconfigura el mapa del boxeo. Crawford, ahora con títulos en cinco divisiones, abre puertas a retos como una unificación en peso crucero o un cruce con Anthony Joshua. Para Canelo, el camino pasa por una revancha —que ya dejó entreabierta en rueda de prensa— o un regreso a las 168 libras para reconquistar lo perdido. Lo cierto es que, en una noche donde el americano brilló, fue el mexicano quien, con su resiliencia, robó el corazón del mundo. El boxeo, en su forma más pura, nos regaló un duelo de titanes que trascenderá generaciones. Y mientras Las Vegas se apaga, resuena esa confesión de Crawford: “Pega como un camión”. Cuatro palabras que dicen todo sobre el poder indomable de Saúl Álvarez.